Después del divorcio estuve por un tiempo lejos de los hombres, por miedo de que me sucediera una desgracia como aquella.
Tenía miedo de los hombres y vergüenza de mí. Me sentía una mujer fea y que no amaría y no sería amada nunca más.
Un año después, conocí un hombre que me hizo cambiar de idea. Un hombre diferente, cariñoso, respetador,inteligente, hermoso, diligente, delgado como me gusta, piel clara, ojos castaños claros, boca bella. Lo amé como jamás he amado o amaré otro hombre.
Pero el destino es cruel. Por miedo de sufrir nuevamente asumiendo un compromiso serio, partí sin dicerle nada.
Me arrepentí amargamente, pero ya es muy tarde para eso.
Así, sigo al largo camino de la vida, con mi corazón ahora gitano. Amo sin barreras, pero no doy mi corazón a nadie.
No pertenezco a nadie, a ningún hogar.
Soy como una hoja suelta al tiempo y al viento.